Cuando los medios de comunicación elogiaron al beisbolista Paul Goldschmidt por gastar 4,5 millones de dólares de su propio bolsillo para construir una biblioteca cerca de una escuela en Nueva York —tras ver a un grupo de niños estudiando con libros viejos y desgastados—, miles de personas se conmovieron. Algunos incluso lloraron.
La historia parece sacada de un cuento de hadas moderno: una estrella del deporte, conmovida por la precariedad de los niños, decide usar su fortuna personal para construir un espacio de conocimiento y esperanza para las futuras generaciones. Es difícil no admirarlo.
Pero tal vez, es hora de hacernos una pregunta incómoda: ¿por qué una estrella del deporte tiene que hacer esto?
Un acto personal, una falla colectiva
Paul Goldschmidt no hizo nada malo. Al contrario, su gesto es noble y admirable. Sin embargo, su acción también expone una realidad preocupante: ¿cómo puede ser que en una ciudad como Nueva York —una de las más ricas del mundo— haya niños que estudian con libros en ruinas? ¿Dónde están las instituciones responsables?
Esta ya no es una historia solo sobre generosidad. Es un reflejo del fracaso estructural de nuestros sistemas públicos.
¿Aplaudimos la bondad o normalizamos la negligencia?
Nos emocionamos ante la generosidad de una persona, pero tal vez, sin darnos cuenta, estamos aceptando el abandono de un sistema entero.
Si cada necesidad básica depende de la bondad ocasional de alguien con recursos, ¿qué papel están jugando el Estado, los gobiernos locales y las instituciones educativas? ¿Estamos celebrando un parche cuando deberíamos exigir una solución?
La caridad no puede reemplazar la política pública
Goldschmidt hizo lo que las autoridades debieron haber hecho hace años. Pero si dependemos de gestos individuales para resolver problemas colectivos, estamos fallando como sociedad.
La historia de esta biblioteca debería inspirarnos, sí, pero también hacernos exigir que ningún niño tenga que depender de la caridad para acceder al conocimiento.
Un agradecimiento… y una advertencia
Gracias, Paul Goldschmidt, por tu compasión. Pero que tu ejemplo no se convierta en la excusa para que los responsables sigan mirando hacia otro lado.
Celebremos la generosidad, pero también exijamos justicia. Porque la bondad individual —por muy conmovedora que sea— no debería ser el pilar de un sistema educativo digno.