Este pobre perro sufrió un cruel castigo por parte de su dueño. Durante días suplicó clemencia y sus gritos desesperados cayeron en oídos sordos.
En lugar de compasión, se encontró con una cruel indiferencia. Su dueño, cansado de su presencia, lo ató cruelmente a un vertedero cercano a su casa, dejándolo a su suerte.
Cuando lo encontramos, mi corazón se rompió al ver su forma demacrada. Su pelaje descuidado y sus uñas de los pies demasiado grandes y curvas hablaban mucho de la indiferencia que había sufrido durante tanto tiempo.
Estaba claro que nunca antes lo habían cuidado o amado adecuadamente, y sus ojos hambrientos suplicaban alivio de la agonía que soportaba.
Una visita al veterinario reveló la magnitud de su sufrimiento: dio positivo en leishmaniasis, una enfermedad potencialmente mortal, y padecía anemia grave y deshidratación.
El abandono que soportó hizo que la enfermedad devastara su cuerpo y su vista se desequilibrara.
Nos embarcamos en un viaje desesperado para salvarlo, orando por un milagro que restaurara su salud.
Durante dos largos meses luchamos incansablemente para que se recuperara, pero el daño en sus ojos resultó irreversible.
Charlie, tal como lo conocemos, llevará para siempre las cicatrices de la crueldad de su amo, como resultado de lo cual queda ciego de un ojo.
Sin embargo, a pesar de la oscuridad que lo tragó, el espíritu de Charlie permaneció intacto.
Cada día que pasa, se fortalece y su naturaleza juguetona brilla mientras se deleita con los nuevos placeres de los juguetes y la amistad.
Su resiliencia nos inspiró a todos, un testimonio del espíritu indomable del mejor amigo del hombre.