En un momento que ya está resonando entre los pasillos del Fenway Park y en el corazón de millones de fanáticos, Rafael Devers, el alma ofensiva de los Boston Red Sox, ha lanzado una declaración tan poderosa como cualquier jonrón que haya conectado.
Después de una práctica intensa bajo el cielo gris de Boston, Devers se detuvo ante los medios, con sudor en la frente y fuego en la mirada. Y sin titubeos, pronunció las palabras que estremecieron a toda la Nación Roja:
“Lo superaré todo y me convertiré en la mayor leyenda, porque este equipo, esta ciudad y estos fanáticos me lo han dado todo… y yo les devolveré todo, con mi juego y con mi corazón.”
Ya no es el joven callado de sonrisa tímida que llegó de la República Dominicana. Ahora es un hombre con una misión: llevar nuevamente a los Red Sox a la cima del béisbol y dejar su nombre grabado junto a los gigantes que alguna vez caminaron por este templo del béisbol.
Rafael ha enfrentado críticas, cambios en la plantilla, lesiones, altibajos colectivos. Pero nunca se ha rendido. Nunca ha bajado la cabeza. Y ahora, más que nunca, ha decidido abrazar su destino como el líder de una nueva era en Boston.
“No vine aquí para ser una estrella por un rato,” continuó Devers. “Vine a quedarme. A construir algo. A dejar una historia que inspire a los que vienen detrás.”
El mánager Alex Cora lo dijo hace unos días con claridad:
“Rafa ya no es solo un bateador temido. Es el corazón de este equipo. El que marca el ritmo. El que se queda cuando todo arde.”
Y los fanáticos lo saben. El cariño por Devers no para de crecer. Camisetas con el número 11 inundan las gradas. Niños lo imitan en el parque. Y cada vez que pisa el plato, Fenway contiene el aliento.
Este año, más que nunca, Devers está hablando. No solo con palabras, sino con liderazgo, con madurez, con responsabilidad. Es su momento. Y él lo sabe.
“No necesito compararme con nadie. Respeto a los que vinieron antes, pero yo tengo mi propio camino. Y en ese camino, voy a dejar huella”, declaró con orgullo.
Lo que antes era una promesa, hoy es una determinación. Lo que era potencial, hoy es convicción.
Rafael Devers no solo quiere hacer historia. Quiere convertirse en leyenda. Y lo está haciendo, swing tras swing, paso a paso, con el corazón de Boston latiendo dentro del suyo.