En un mundo donde las noticias tristes parecen no tener fin, a veces ocurre algo tan puro, tan humano, que nos recuerda el poder de la esperanza. Eso fue lo que sucedió anoche, cuando Rafael Devers, tercera base de los Boston Red Sox, tocó la puerta de una casa en las afueras de Santo Domingo, haciendo realidad el mayor deseo de un pequeño fan.
Mateo, un niño de nueve años diagnosticado con cáncer terminal, había expresado un último sueño: conocer a su ídolo, Rafael Devers. Más allá de admirar sus habilidades en el campo, Mateo veía en Devers una figura de alegría, lucha y humildad — cualidades que él mismo había tratado de reflejar durante su difícil batalla.
Su familia compartió el deseo en redes sociales sin muchas expectativas. Pero la sorpresa llegó más pronto de lo que imaginaron.
“No pasaron ni 24 horas desde que publicamos la historia”, cuenta Camila, la madre de Mateo. “Y de repente, alguien tocó la puerta. Cuando abrimos, era Rafael. Pensamos que estábamos soñando.”
Lo que siguió fue una noche mágica. Devers se sentó junto a Mateo, le regaló una gorra firmada y una camiseta de los Red Sox, y hablaron de todo: de béisbol, de la vida, de los momentos felices. Incluso jugaron un poco en el jardín, con Mateo riendo como si el tiempo no existiera.
“Yo no hice nada extraordinario”, dijo Devers con humildad. “Lo extraordinario es ese niño, su fuerza, su corazón. Yo solo vine a devolverle un poco de la alegría que él da con solo sonreír.”
Los vecinos observaban en silencio, conmovidos por la escena. Por un momento, el dolor desapareció, y lo único que importaba era ese vínculo real y puro entre un niño y su héroe.
Para la familia de Mateo, fue una noche que nunca olvidarán.
“Nos dio más que una visita”, dijo el padre de Mateo, conteniendo las lágrimas. “Nos dio un recuerdo eterno, un pedacito de felicidad en medio de todo esto.”